Domingo 28 de enero. Turno de la Media Maratón de Getafe. Día soleado y de temperatura óptima para la práctica del running. Además, con reencuentro de amigos unidos por la misma pasión por correr. Los 21,097 metros más rápidos de la Comunidad de Madrid. Animación de sobresaliente en el polideportivo Juan de la Cierva. Todo pintaba bien en la mañana de hoy.
Dan la salida y comienzo bien. Suave al principio, cogiendo mi buen ritmo antes del primer kilómetro. Pequeño incidente en el avituallamiento del kilómetro 5, en el que se cae la botella de agua que iba a recibir, con lo que me quedo sin beber hasta el 10. Sienta un poco mal, pero no es un verdadero problema.
Seguimos recorriendo calles del municipio. Calles y más calles todas iguales, sin ningún encanto en sí mismas. Tan sólo, y no es poco, la animación de los vecinos desde sus ventanas. Y por supuesto, espectacular a pie de calle.
Además de los propios ciudadanos getafenses, hubo una batucada espectacular y hasta un gaitero. Todo ello era un placer para los que allí corríamos.
Llegó el kilómetro 10. Avituallamiento de agua y mi propio gel deportivo, ya varias veces probado con excelentes resultados. Una cuesta un poco empinada y a seguir por esas calles todas iguales. Idas y vueltas por las mismas avenidas. Los corredores nos íbamos dispersando mucho más por las diferencias de ritmos entre unos y otros, y a mí se me estaba empezando a hacer la carrera tediosa. Al kilómetro 14 o 15 yo ya no disfrutaba corriendo. Simplemente sufría y deseaba que aquello terminara de una vez. Pero faltaban aún 6 o 7 kilómetros más.
A eso del 16, el recorrido transcurre por el centro urbano. En ese momento, me vine abajo: el piso, en vez de ser la carretera lisa, era un adoquinado duro, bastante alisado, es cierto, pero era una mala sensación más. Por la calle, las personas paseaban y tomaban el aperitivo a derecha e izquierda. No era el ambiente corredor más estimulante y en ese momento la idea de parar empezó a ser recurrente en mi cabeza.
No te pares... No te pares... Aquí has venido a correr, no a caminar, me decía una y otra vez tratando de vencerme a mí mismo. Pero hubo algo distinto que me hizo claudicar: sensación de mareo. Ya no era sólo aburrimiento, sino que mi cuerpo me enviaba señales claras de que debía parar. Y es lo que hice.
Me eché a un lado. Otros corredores me animaban diciendo: ¡ánimo! ¡ya no queda nada! ¡ya no hay cuestas!, y cosas por el estilo. Yo sonreía como podía y daba las gracias, pero seguía caminando.
Si no hubiera sido por mi necesidad apremiante de avituallamiento, y de recoger mis pertenencias del ropero, sencillamente hoy no hubiera traspasado la meta. Me hubiera quedado fuera y todos tan contentos. O tan descontentos, como en mi caso. Así que, cuando tan sólo faltaba un kilómetro volví a trotar. Pasar la meta andando hubiera sido de una indignidad tal, que no me lo hubiera perdonado.
Corría lento. Como habitualmente llamamos trote cochinero, sí. Pero corría.
Otros corredores que me adelantaban intuían que yo no iba bien y me animaban a su paso. Lo mismo que la gente de la calle, desde los lados, a todos los que íbamos a llegar en esos momentos, que no íbamos a ser precisamente los primeros. Mi aplauso y agradecimiento especial para esa afición.
Llegué. No quise recoger la medalla de finisher porque consideraba que hoy no me la había ganado. Como tampoco quería rechazarla al amable voluntario que te la coloca, sencillamente me hice a un lado y pasé sin problemas.
Luego poco más. Avituallamiento final, estiramientos y a casa, con una experiencia más. Haciendo balance, pude ver que quizá se juntaron varias causas para que, quizá en la media maratón más asequible, mi rendimiento fue el peor. Se aprende, se intentará corregir y no pasa nada.
Ya en casa, las sensaciones de mareo continuaban a ratos, lo que me ratificó que mi decisión de parar de correr y caminar un buen trecho fue la correcta. Ya, con la comida y bebida adecuadas y una pequeña siesta reparadora, escribo estas líneas sin rastro del mareo.
Y es que tenemos que tener muy claro que lo primero es la salud. Hay días que, por los motivos que sean, el cuerpo, o la mente, no están como deberían, y hay que aceptarlo. Fue un buen día, a pesar de todo. Habrá ocasión de desquitarme. Habrá más carreras.
Hiciste lo que debías, no tienes que sentirte mal. Buena crónica y lo dicho, habrá más carreras y seguro que las disfrutarás.
ResponderEliminarMuchas gracias Marta! De momento, Fuencarral - El Pardo está ahí esperando dentro de dos semanas. ¡Ya estoy deseando que llegue 🤗!
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