domingo, 11 de febrero de 2024

Media Maratón Fuencarral-El Pardo: la carrera perfecta

En la crónica anterior, la Media Maratón de Getafe, reflejé que fue la primera en la que tuve que pararme y caminar, a pesar de que era la más rápida de Madrid. Dentro de que fue un día estupendo, me quedé con mal sabor de boca, y quería desquitarme cuanto antes. Hoy tocaba Fuencarral-El Pardo.

Pues bien, es justo decir que todo comenzó en los entrenamientos de la semana anterior. Motivado como estaba, no me salté ni uno: cada mañana sonó el despertador a las 05:00 a.m. para hacer lo que tocaba en el día, esto es, lunes, miércoles y jueves carrera, martes y viernes ejercicios de fuerza, sábado carrera larga y domingo descanso.

Me voy a centrar en la carrera larga de entrenamiento del sábado. Como ese día tenía otras obligaciones, no tuve más remedio que madrugar (sí, en sábado) para poder hacerla. Tocaban 18 kilómetros. Así que el despertador sonó a las 06:00 a.m. y enfilé para El Retiro desde Moratalaz sin desayunar, para, una vez allí, dar una vuelta y media al Paseo de Coches y volver para casa. Lo hice y lo hice bien, y además me gustó la experiencia de correr de noche un sábado por la mañana, ver amanecer en el Retiro y volver cuando muchos empiezan a levantarse. Una vez en casa, desayuno rico con zumo de naranja, una pera, huevos revueltos con jamón, y café. Gloria bendita después de correr 18 kilómetros en ayunas, podéis creerme.

Durante esta semana los entrenamientos fueron bastante bien. Ayer estuve estudiando el perfil de la carrera. Iba a ser dura: mucha bajada desde el kilómetro 2 y luego a partir del 13 fuerte subida, para terminarla en subida ligera. Las dudas me asaltaban: ¿sería capaz de acabarla sin parar? No quería que volviera a suceder algo así.

Llegó el día. Nada que ver con Getafe. Mañana gélida, de las que apetece más meterte en una cafetería a tomar un chocolate con churros, que salir a correr en pantalón corto 21 kilómetros. Dudé si ponerme guantes, pero lo deseché y creo que acerté.

Comenzó la carrera con el gentío y los ánimos habituales en estos eventos. Mi estrategia era, básicamente, ir tranquilo, un poco por debajo de mis posibilidades al principio, para guardar en la medida posible las fuerzas para los momentos duros. El comienzo era llano, una ligera subida hasta más o menos el kilómetro 3 y empezar el descenso. Ya en el barrio el paisaje me parecía mucho más agradable que en Getafe, pero lo mejor estaba por llegar.

Hay que reseñar que a eso del kilómetro 1 (sí, sí, en el 1, cuando faltan todavía 20) noto que se me ha metido una china en la zapatilla derecha y se ha instalado justo debajo de la planta del pie. ¡Pues tocaba correr 20 kilómetros con la chinita! No quería parar bajo ningún concepto.

Empezamos la cuesta abajo, cruzamos un puente y nos vamos por el carril izquierdo de la carretera de Fuencarral a El Pardo. El paisaje ya era de campo. Un poquito de subida y enseguida a bajar otra vez. La Sierra de Madrid de frente, verde a derecha e izquierda, caballos pastando y carrera cuesta abajo. ¿Pueden ser más agradables las sensaciones?

Aunque también es verdad que correr cuesta abajo también tiene su dificultad. Es muy fácil dejarte llevar por la velocidad y correr a un ritmo superior al que deberías, olvidando el famoso dicho de "todo lo que se baja, luego hay que subirlo". Además, hay que tener cuidado con el impacto de la pisada porque las articulaciones pueden sufrir. Así que había que tener cabeza y plantear un ritmo de "dejarte caer", ahorrar esfuerzo y ser prudente. Sólo con eso ya vas a arañar algunos segundos o minutos que luego te pueden servir. Así que ¡prudencia!

El primer avituallamiento no llegó en el kilómetro 5, como es habitual, sino pasado el 6. Desde mi punto de vista, todo un acierto, porque con tan sólo 5 kilómetros, y más en cuesta abajo, no has generado demasiada sed. Así que perfecto.

Llegamos al Pardo. Ahí la carretera era llana durante 2 o 3 kilómetros. Mis sensaciones eran buenas. Me sentía fresco de piernas y de pulmones y el paisaje seguía siendo una preciosidad. Ya hacía tiempo que no sentía el frío y era un placer mirar a derecha e izquierda de vez en cuando y olvidarte por unos segundos de la dura prueba que estás llevando a cabo.

En el kilómetro 10, nuevo avituallamiento. Es el momento de tomar el gel deportivo que llevo y lo hice sin problemas. La chinita me estaba respetando bastante: se notaba, pero no era una molestia insufrible.

Por fin llegamos al temido (por mí) kilómetro 13. La subida fuerte empezó casi en el 14 y ahí empezó, por así decir, la verdadera carrera. Tocaba echar el cuerpo hacia delante, mirar al suelo y tirar de gemelos. Y yo me decía a mí mismo "aquí es donde mucha gente se para y camina, pero tú no vas a hacer eso. Por supuesto que no lo vas a hacer. Ni se te ocurra pararte".

Logré subir un fuerte repecho con bastante dignidad. Llegó el avituallamiento del kilómetro 15, momento que aproveché para tomar una cápsula de sal para evitar la deshidratación en los últimos 6 kilómetros. Pero ese punto resultó ser un pequeño infierno, porque justo después vino la subida más fuerte de toda la carrera, que tuvimos que afrontar bebiendo el agua, sin un pequeño llano para descansar mínimamente.

Mi respiración iba ya bastante acelerada. Empecé a concentrarme en el balanceo de los brazos para no desfallecer. Eran momentos para darlo casi todo. Todo no, porque aún quedaba mucho y en una media maratón los kilómetros fatídicos vienen a partir del 17 o 18, donde aparece el famoso "muro" (a quien le aparece, claro), con el que sientes un vacío de energía tal que piensas que no vas a llegar a la meta..

Conseguí superarlo más o menos entero. Precisamente a partir del 17 empezamos a llanear. La gente maravillosa de la calle nos animaba recordándonos que ya quedaba poco. Un policía nos dijo "¡Vamos! Que al llegar tenéis cervezas frías que pago yo". No sé muy bien por qué, pero aquello me animó un montón, aunque, evidentemente, no iba a estar el policía para pagar las cervezas.

Y ya, tras alguna subida y bajada de poca importancia, nos fuimos acercando a la meta. Faltaba como medio kilómetro para llegar y oigo detrás de mí hablar a un grupo en el que una chica dice en alto "¡Llegamos fuertes, ¿eh?!". Y aquella frase me empujó anímicamente un poco más. De hecho, a falta de unos escasos 400 metros los del grupo, que eran la chica referida y dos chicos más, se pegaron a mí y le dije a la chica "ese llegamos fuertes me ha dado alas", y todos empiezan a animar, a decir "¡eso es lo bonito!", "¡Venga, que ya estamos!", "¡vamos, llegamos fuertes!". Y ya, en la última curva, dándolo, ahora sí, todo, ellos tres me adelantan y pasan por la meta levantando los tres los brazos y cogidos de la mano, formando una estampa preciosa.

A los cuatro o cinco segundos, la cruzo yo, exhausto pero feliz. Tan feliz que ni siquiera miré al cronómetro oficial, con lo que terminé la carrera sin tener ni una remota idea de en cuanto tiempo la había hecho. Así que, encantado, recibí la medalla que una voluntaria me colgó en el cuello, recogí el avituallamiento y mi mochila del ropero, estiré, me cambié la camiseta por otra seca, me abrigué y al metro. A casa, radiante de felicidad por haber conseguido terminar una carrera que me resultó preciosa. La más bonita de todas las que había corrido hasta ese momento. De hecho, ya estoy deseando correrla otra vez al año que viene.

¿Se podía pedir más? ¡Pues sí! Aún falta un pequeño detalle.

Por la tarde salieron los resultados de la carrera con los tiempos. Y, para mi asombro, ¡veo que he hecho mi mejor tiempo en una media maratón hasta la fecha! Pero es que el tiempo oficial ya era mejor que mi tiempo real hasta entonces, es decir, yo tenía de mejor marca 2:05:13 de tiempo real, y esta vez veo que mi tiempo oficial fue 2:05:07. ¡Siendo mi tiempo real de 2:02:22! Realmente, para mí, la de hoy ha sido la carrera perfecta.

2 comentarios:

  1. OLEEEEEEEE!!!! Ya te has quitado la espinita de Getafe. Y la chinita del pie? No te enteraste con la emoción. Grande 🙌

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    1. Jajaja... La chinita respetó bastante, sí. Pero creo que ayer hubiera llegado igual si se me mete una roca. Gracias Marta. A ver si al año que viene te animas y la corremos los dos.

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