domingo, 21 de enero de 2024

Las dos D contra el bloqueo

¡Qué dura es la experiencia del creador cuando nada bueno sale de su imaginación!¡Y qué difícil es gestionarla!

Te sientas frente al ordenador porque sabes que es lo que tienes que hacer. Intentas conectarte con tu yo interior, ése que tanto disfrutaba creando historias. Evocas, crees que ya lo tienes, llevas tus manos al teclado y... ¡nada!

Permaneces firme sentado. Has aprendido bien a no esperar a la inspiración, que se escribe todos los días con ganas o sin ellas. Tratas de recordar algunas técnicas que aprendiste para desbloquear la creatividad, pero ya ni te acuerdas porque nunca hasta ese momento lo habías necesitado.

Empiezas a inquietarte. El tiempo que habías destinado en ese día a la escritura se está agotando. Y tú sin poner ni una coma.

Ya te levantas. Te dices a ti mismo que necesitas descansar. ¿Y dónde vas? Al ladrón de tiempo por excelencia, al paraíso de la procrastinación. Exacto, vas al móvil.

Y vuelves cuando te quedan diez minutos. Tan sólo escribes un miserable párrafo, más por estar en paz con tu conciencia que por cumplir tu objetivo del día. En tu fuero interno sabes que ese párrafo es un excremento, pero lo escribes igualmente, aunque al día siguiente lo tengas que borrar.

Y así un día, otro, e incluso otro más. ¿Realmente sientes vocación de escritor? Empieza a decirte la vocecita ésa del juez interior, implacable y cascarrabias, que todos llevamos dentro. Ya queda poca semana y aún no sabes sobre qué vas a escribir.

Pues esto, queridos lectores, es lo que me ha tocado vivir esta semana que ya toca a su fin. Y tiene un nombre: se llama bloqueo del escritor.

¡Pero cómo vas a tener un bloqueo del escritor, criatura! Para tener un bloqueo de escritor, primero hay que serlo, y tú no lo eres. Bueno, sí, quieres serlo, ya lo sé. Pero todavía no lo eres, ¿estamos? Decía el pasado viernes esa vocecita puñetera, que no se calla ni debajo del agua.

Haces un ejercicio titánico de autoestima y te levantas, venciéndote a ti mismo. Aceptas que tienes un bloqueo de escritor. Pero sólo por que has leído que todos pasamos alguna vez por uno de ellos. Entonces te levantas y haces algo que han dicho que es muy productivo: haces flexiones, bebes agua, lees un cuento... ¡o haces el pino con las orejas! En realidad todo sigue igual... o peor.

Ya desistes. El día se acabó y no sabes ni cómo se te ha ido de entre las manos. Mandas al carajo a tu propósito, a las técnicas de creatividad, a los tips de productividad y a la madre que los parió a todos ellos. Cenas. Te olvidas de todo. Te vas a lavar los dientes... ¡y entonces se produce el milagro!

Sí, fue el pasado viernes por la noche, lavándome los dientes, ya totalmente desconectado de mi rutina, cuando se me ocurrió el tema para el próximo relato de terror. Y según iba cepillando el premolar superior izquierdo, iban tomando forma algunos detalles. ¿Qué diablos había sucedido?

Pues, a mi modo de ver, lo único que sucedió, sucede y sucederá, es que soy, como todos somos, un ser humano, y no un ordenador. No siempre funciona estar bien enfocado en lo que tienes que hacer, ni tener automatizado el hábito de la escritura para que la imaginación fluya y aparezcan las ideas que buscabas.

A veces hay que soltar lastre. Es decir, simple y llanamente, desconectar a fondo. Evacuar el cerebro de todos tus pensamientos compulsivos en un primer momento y relajar la mente cuando pasa la tormenta de ansiedad en la que te hallabas. Cuando ya te olvidas de todo y tu sentido de la vigilancia baja la guardia, es cuando puede surgir la magia. Porque, en ocasiones, nuestro sentido de la responsabilidad, y la excesiva importancia que le estamos dando a la tarea que tenemos entre manos, nos impiden fluir de manera óptima.

Pero ahí no acabó todo. Al día siguiente, sábado, amaneció un frío pero soleado día, ideal para la práctica del running. Salí a correr 10 kilómetros y cuando me faltaban 2 para regresar a casa, nuevas ideas surgieron y se fueron adhiriendo al germen, añadiendo coherencia y eficacia a mi futura historia que contar. Por tanto, estas dos D, desconexión y deporte, se me revelaron como dos grandes aliados de la creatividad.

Y ya, a punto de llegar a mi casa, me dije: bueno, ya tenemos la historia para la siguiente semana, pero ¿y ésta? En esta tocaba compartir algún contenido sobre la experiencia vital de la escritura. ¿Y de qué hablo yo?

Como habréis adivinado, también se me ocurrió. Para esta semana, habla sobre el bloqueo de escritor que has experimentado. Y eso es justamente lo que estoy haciendo ahora. Sobre el tema del próximo relato de terror, tendréis que esperar al próximo domingo para saberlo.

Así que ya sabéis, artistas del mundo. Si veis que por más que lo intentáis no conseguís vuestros objetivos de creatividad, probad a desconectar hasta el punto de olvidaros hasta casi por completo de lo que estabais haciendo, y practicad con gusto algo de deporte, a ser posible al aire libre. A ver qué sucede.

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