domingo, 7 de enero de 2024

Aprendiendo a enfocarnos para lograr nuestros objetivos

Una vez escuché, o leí, que el tiempo es el recurso más democrático que existe, ya que todos, absolutamente todos, tenemos el mismo: 24 horas al día. Me gustó esta reflexión y la hice mía.

Entonces, si todos disponemos del mismo tiempo, lo que diferencia a unas personas de otras a la hora de administrarlo es precisamente el aprovechamiento que hacemos cada uno de nuestras horas, minutos y segundos a lo largo del día, de nuestros días a lo largo de la semana, de nuestras semanas a lo largo del mes, de nuestros meses a lo largo del año... Parece claro, ¿verdad? Lo es. Sólo hay que caer en ello.

Por eso, llevo un tiempo verdaderamente interesado en el tema de la gestión del tiempo. Escucho podcasts, veo vídeos, e incluso hice un curso sobre ello. Y creo que de todo lo que he escuchado y leído, me quedaría con una idea: toda la gestión del tiempo se reduce a tres cuestiones: planificación, prioridades y enfoque. Ya está, eso es todo. Porque el tiempo como tal no se puede manipular, esto es, no se pueden estirar las horas o acortar los minutos, ni nada parecido.

Sobre planificación y prioridades, sólo diré que yo personalmente utilizo tres herramientas: Google Calendar, agenda y lista de pendientes en Google Keep.

Vamos al enfoque, que es donde realmente yo quería llegar.

En principio, parece fácil, ¿verdad? Estás trabajando en una tarea, te enfocas en ella, esto es, pones toda tu atención y la sacas adelante. ¡Listo!

Pero no. La cuestión es mucho más compleja.

Pensemos en esta anécdota que oí contar. No sé si son absolutamente exactos todos sus detalles, pero el fondo nos vale. Cuentan que estaban cenando en un restaurante en la misma mesa Warren Buffet, Bill Gates y Steve Jobs, que creo que no necesitan presentación. Un periodista se percató de la coincidencia, se acercó a la mesa y les dijo: perdonen que les interrumpa, pero no todos los días se puede tener en una misma mesa a tres de las personas más exitosas del mundo, y quería hacerles una pregunta: ¿cuál es, a juicio de cada uno de ustedes, la cualidad más importante que debe poseer una persona para tener éxito?

Y ahora viene lo bueno. Los tres respondieron la misma.

¿Cuál fue la respuesta de los tres comensales? La atención. O sea, es precisamente la capacidad de prestar atención lo que más nos puede diferenciar a la hora de realizar nuestra carrera profesional. Y la personal, también.

Y resulta que hoy en día puede que sea el momento en el que es más difícil concentrarse, enfocarse, prestar atención.

Esto último me lo ha hecho ver un libro, que recomiendo su lectura encarecidamente. Es más, quien quiera aprender algo práctico sobre la gestión de su tiempo y la consecución de sus objetivos debería empezar por leer este libro: El valor de la atención, de Johann Hari. Y si no me crees a mí, mira este vídeo del canal de YouTube Libros para Cambiar de Vida: https://www.youtube.com/watch?v=9h4XsTzNYmI

Partiendo de su propia experiencia personal, el autor nos hace ver cómo en el mundo actual de internet, las nuevas tecnologías y las redes sociales todo está diseñado para distraernos. Estamos dando un paseo y consultamos el WhatsApp. Estamos trabajando y miramos Twitter. Estamos viendo una película y consultamos Facebook. Incluso estamos leyendo y miramos las noticias.

Las máquinas son buenas para ejecutar sus programas en multitarea, pero el cerebro humano, no. Nuestro mejor rendimiento pasa por enfocarnos de forma secuencial en una tarea cada vez. Y, ojo, las grandes empresas tecnológicas esto lo saben, pero diseñan sus productos precisamente para que seamos adictos a la distracción. El libro es abundante en ejemplos al respecto: cómo buscadores y redes sociales te bombardean con la publicidad que más te atrae, cómo las noticias más escabrosas, indignantes y hasta falsas se comparten a mayor velocidad que el contenido de verdadero valor... y cómo se diseñan los likes en forma de corazón para generar una emoción agradable en quien lo recibe y que le sea complicado resistirse a consultar el móvil cuando le han dado uno, o cómo el sonido de la notificación dispara la dopamina o la ansiedad de quien la recibe.

Todo esto, como digo, está diseñado para hacernos adictos, con consecuencias fatales para nuestras mentes. Se habla mucho del déficit de atención en niños y adolescentes, y es cierto. Pero no es menos cierto que los adultos también estamos afectados de lo mismo. Parece que cada vez el mundo real nos parece menos interesante que el que nos aguarda si nos sumergimos en las pantallas.

Pues este es el punto de partida: conocer el mundo en el que vivimos. Es decir, que para enfocarnos en nuestro propósito y nuestros objetivos, lo primero que tenemos que hacer es caer en la cuenta de que vivimos en un mundo diseñado por verdaderos expertos en arrastrarnos hacia la distracción. Precisamente porque cuanto más tiempo pasemos en su producto digital, más dinero van a ingresar ellos.

Ahora bien, sus intereses no son los nuestros. Así que lo primero que vamos a hacer es poner límites a esas distracciones. Tenemos que aprender a dominar a la tecnología para evitar que ésta nos domine a nosotros. Tenemos que olvidarnos del móvil cuando estamos trabajando, paseando o simplemente hablando con nuestros seres queridos.

Vamos con el segundo paso: el propósito y los objetivos. Y aquí enlazo con lo que he aprendido de Sergio Fernández, CEO de Instituto de Pensamiento Positivo, empresario youtuber altamente inspirador al que he descubierto hace poco, pero en bendita la hora.

El propósito es uno, los objetivos son varios.

El propósito es, de alguna manera, lo que hemos venido a hacer a este mundo. Tiene que ver con hacer de nuestra pasión nuestra profesión. Es aquello a lo que nos dedicamos, que vibramos con ello y que, a pesar que invertimos muchas horas en ello, a la larga nos llena de energía. Es lo que hace que nos levantemos por la mañana con ganas de llevarlo a cabo y que, a pesar de sus exigencias, nos hace vivir de una manera más plena, sacando lo mejor de nosotros mismos.

Es importante encontrar nuestro propósito para lograr vivir una vida con sentido. Una vez lo hayamos encontrado, emprenderemos un viaje hacia su consecución, que no será fácil, pero sí enriquecedor. Cada uno tiene su propósito y, cuando lo encuentra, su alma lo sabe.

Pues en función del propósito, debemos establecer los objetivos en cada una de las áreas maestras de la vida. Según Sergio Fernández, existen seis áreas maestras de su vida: autoconocimiento, salud, emociones, relaciones, dinero y carrera profesional, y trascendencia o espiritualidad. Yo las he simplificado en cinco, considerando las emociones como una parte de la salud, que vendría a ser salud física, salud mental y salud emocional. Pero lo importante es que los objetivos que nos marcamos deberían ir encaminados a mejorar cada una de estas áreas: podemos marcarnos un objetivo en el área de autoconocimiento, otro en salud y otro en trascendencia, por ejemplo.

Todo esto ya está muy bien, y ya es muy clarificador y transformador. Pero en relación a esto, la idea que realmente me ha hecho explotar la cabeza es la siguiente: cada día es una vida en miniatura. Me explico.

Cada día nacemos (despertamos), crecemos, aprendemos, nos relacionamos, hacemos balance y morimos (dormimos). ¿Por qué no aprovecharlo para marcarnos objetivos diarios en nuestras áreas maestras?

Pero hagámoslo fácil: con marcarnos cada día un objetivo en una de las áreas maestras ya mejoraríamos a lo largo del año. Si nos marcamos tres al día, como propone el gran Sergio, uno a nivel individual, otro a nivel social y otro a nivel profesional, esto ya sería de sobresaliente.

Cada uno de estos objetivos sería una tarea roca, es decir, lo más importante que tenemos que hacer ese día, lo que nos va a hacer avanzar, es decir, lo que va a marcar una diferencia en nuestros resultados si la realizamos. Esas tareas roca debemos hacerlas cuanto antes para hacernos saber a nosotros mismos que hemos cumplido.

Si el año tiene 365 días (éste, además, tiene 366), imaginemos la de objetivos en forma de tareas roca que podemos ir cumpliendo día a día. ¿Habremos evolucionado o no, si al terminar el año los hemos ido cumpliendo? ¡Habremos crecido sí o sí!

Bueno, pero no nos vengamos demasiado arriba. Que luego en la vida pasan cosas e igual que subimos como la espuma, nos venimos abajo en picado. Vamos a dejarlo en que vamos a cumplir unos 300-320 de esas tareas roca que nos hemos ido marcando. Aun así, sería realmente transformador. ¿O no?

¡Pues vamos a por ello! Y para ello, vamos a esquematizar el sistema para que nos quede perfectamente claro:

1. Descubrir nuestro propósito y marcarnos objetivos anuales para mejorar nuestras áreas maestras.

2. Ser conscientes de que todo está diseñados para hacernos adictos a la distracción. Mantener las distracciones a raya y enfocarnos en una tarea a la vez.

3. Planificar al menos semana a semana.

4. Establecer tareas roca diarias en las áreas maestras, mínimo una y máximo tres.

5. Hacer balance diario, semanal y mensual.

¿Nos ponemos a ello?


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