sábado, 18 de febrero de 2017

Joseph Roth: LA LEYENDA DEL SANTO BEBEDOR

Mi experiencia con la lectura de este relato breve fue mágica: cayó en mis manos gracias a una confusión con el autor. Un día, en el trabajo, Greta (nombre ficticio) y yo hablábamos de literatura, concretamente de la última adjudicación del premio Nobel a Bob Dilan. A mi compañera y a mí nos parecía excesivo que lo otorgaran a Bob Dylan. ¿Cómo podían conceder semejante galardón a, con todo respeto y consideración, un letrista de música popular, estando escritores tan valiosos como, por ejemplo, Murakami o Roth? Entonces dije que nunca había leído a Roth, que era algo que tenía pendiente, y ella me contestó que la entusiasmaba, que me iba a dejar un libro suyo, ofrecimiento que acepté encantado. Y lo hizo. Sólo que Greta y yo hablábamos de dos Roth distintos: ella se refería a Joseph, y yo a Philip Roth. Uno ucraniano, el otro estadounidense, no tenían nada que ver entre sí. Pero acepté el reto de todas formas.

Pero ahí no acabaron las "casualidades": charlando con Mario (nombre ficticio), otro compañero de trabajo, le cuento lo del libro que me prestan debido a la confusión entre los dos Roth... ¡y me contesta que La leyenda del santo bebedor lo tiene preparado para leerlo de inmediato en el tablet!
¿Cómo podía ser tal cosa? No se trata de un best-seller ni de un clásico. Ni Mario ni yo habíamos leído nada de este autor, ni siquiera pertenece a un tipo de literatura que frecuentemos especialmente ninguno de los dos. Por tanto, las probabilidades para que se diera esa coincidencia eran verdaderamente escasas.
Greta, además del libro que nos ocupa, me prestó otros dos del mismo autor: El busto del emperador y La cripta de los capuchinos. De manera que comencé por el primero de ambos, y ya me hice una idea del escritor, que se me asemejaba con Chejov.
Cuando ataqué La leyenda, me atrapó desde el primer momento. Me sumergí casi sin esfuerzo en aquella historia sobre un vagabundo alcohólico, Andreas, a quien, sin saber por qué, se le aparece un benefactor que le ofrece un dinero para rehacer su vida a cambio de que cuando pudiese lo devolviese como ofrenda a santa Teresita de Lissieux, y que, una y otra vez, lo malgasta, e intenta recuperarlo para cumplir con su palabra. En su empresa, la vida le tiende sus trampas de diversas maneras, entre ellas apareciéndosele una mujer, antiguo amor suyo, y un amigo, que luego resulta ser un estafador.
El relato, al igual que El busto, sume al lector en una sensación de tranquilidad y simpatía hacia el protagonista. También de una ligereza, acentuada por el humor, que luego resulta no ser tal (de ahí la semejanza que le encontré con Chejov), pues, debido a su profundidad, se le pueden sacar varias conclusiones para nuestra propia vida. De las mías voy a hablar en adelante.
Lo primero que advertí es que Andreas, por encima de sus vicios y mala vida, es una persona con valores, con una ética sólida que se convierte en una brújula que, a pesar de sus devaneos, siempre le marca dónde está su norte. ¿Cuántas veces, hoy en día, las personas pierden el norte y renuncian a sus objetivos? Y si necesidad de ser presas de una adicción. A veces, incluso, por mera pereza.
Pero para mí, el tema fundamental de fondo es la providencia. Durante todo el relato parece que, como diría Paulo Coelho, el universo entero conspira para que el personaje realice su deseo, su propósito, y, cada vez que pierde el dinero, vuelve a recuperarlo teniendo una nueva oportunidad de saldar su deuda, a pesar de haber llegado, incluso, en una ocasión, a perder toda esperanza y abandonarse a sí mismo. Una providencia que da que pensar: ¿Está Dios o el Universo velando por Andreas para que cumpla con su destino? ¿O es el propio Andreas quien, debido a su decisión inquebrantable, va generando sus propias oportunidades, como me señaló posteriormente Greta cuando, después de mi lectura, comentamos el libro? En mi opinión, ambas maneras de ver la providencia se entrelazan en el relato, no siendo incompatibles la una con la otra. ¿Y al final? ¿Cumple su palabra o no? Pues aquí cabe también interpretación del lector. Pero lo voy a dejar aquí, pues no quiero detallar el desenlace, pues sería una lástima desmotivar su lectura.
Y en este punto, en el de la Providencia, es donde se me juntan todas las piezas de este puzzle que hizo de mi lectura de La leyenda del santo bebedor algo tan especial: providencial fue que conociese a Joseph Roth de forma tan rocambolesca, providencial fue que, sin haber hablado de ello, lo leyéramos Mario y yo tan juntos en el tiempo, providencial es toda la historia que cuenta, con un protagonista al que la Vida le da dos, tres o cuatro oportunidades para que cumpla su cometido, y providencial también puede decirse que fue su escritura para el propio autor, pues teniendo mucho de autobiográfico (después conocí que Roth era alcohólico cuando lo escribió), murió al poco después de terminarlo, como cumpliendo ese último deseo expresado al final: "denos Dios a todos nosotros, bebedores, tan liviana y hermosa muerte".
Por eso me ha impactado tan profundamente. Porque se me ha mezclado el relato con mi vida y con la vida del autor, haciéndome repensar los misterios sobre la vida y su sentido, la ética, la providencia y la muerte. Que nadie se quede sin leer este tan sencillo como maravilloso libro.

2 comentarios:

  1. Una vez más te comento lo que produce tu texto en mí. En este caso es una tremenda inquietud por leer ese libro.
    De hecho, me he puesto mentalmente a contar los días que me pueden quedar para terminar el que estoy leyendo y comenzar con LA LEYENDA DEL SANTO BEBEDOR. Entre otras cosas para comentarlo contigo. Algo que es un placer, igual que leerte.
    Firmado...VALDEMAR

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    1. Me alegro mucho, Valdemar. Y si tú ya deseas leer el libro, yo ya estoy deseando que lo hagas y que lo comentemos juntos. También un placer para mí que sigas enriqueciendo este espacio con tus comentarios.

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