En general, los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos comprenden lo que ven
Maquiavelo
Maquiavelo
El despacho de Fermín es espacioso: según entran los empleados públicos ven enfrente su mesa de trabajo de madera oscura, lisa y brillante con una gran silla de oficina negra detrás y el ordenador hacia el lado derecho según se mira, que sería el izquierdo del trabajador que allí se sentase. Todos los trabajadores van girando a la derecha y se van disponiendo alrededor de una gran mesa de reuniones de un tono más claro que la de trabajo, con ocho sillas de plástico azul en las que se van sentando. De fondo se escucha suavemente Las cuatro estaciones, de Antonio Vivaldi. Las pareces de esa zona del despacho están aprovechadas con una sobria estantería de madera negra, atestada de libros de consulta completamente obsoletos, pero que cuando uno mira sus lomos se encuentra con títulos tan respetables como, por ejemplo, "Cifras macroeconómicas del mercado de trabajo español": haría falta abrir el libro para darse cuenta de que el ejemplar es del año 2004. O también "Políticas educativas: un hueco para la esperanza", de un prestigioso pedagogo español al que Fermín no ha leído nunca, pero ahí mantiene su libro con la idea de causar, gracias a tan sugerente título, una grata impresión en las visitas ilustres que reciba. De eso se trata el noventa por ciento de su trabajo: el diez por ciento restante, de irse gestionando los contactos adecuados para asegurarse un confortable porvenir para cuando se retire, como él mismo suele decir, del abnegado oficio de la política.
-¿Ya estamos todos? -pregunta Fermín, el único que permanece de pie, con mal disimulada impaciencia. Los demás están sentados: a la izquierda del jefe de área están, por orden de cercanía, Noelia, Asun, Basilio y Puri; a su derecha, en orden inverso, Rosi,una silla vacía y Pablo.
-Falta Andrés, que estaba terminando unos informes -le responde Noelia, con suma amabilidad.
-Pues anda. Ve y dile que deje lo que está haciendo y que se venga.
Noelia se levanta con un gracioso contoneo y sale. Al momento llega con Andrés, que acude, precipitado, a ocupar el hueco entre Pablo y Rosi.
-Perdón, perdón... Es que me he liado y no me había dado ni cuenta.
"Este calvo... -piensa Pablo-. No se da cuenta de que por mucho empeño que le ponga, estos cabrones nunca van a valorar su trabajo".
-Al grano -comienza a hablar Fermín, como si ni hubiese visto a Andrés-. Marciano Frascoy se ha reunido con todo el equipo de gobierno y entre todos han llegado a la conclusión de que no les salen las cuentas: más paro, más destrucción de empleo, menos efectivos de sanidad, más pobreza, mayor desigualdad social, más deuda pública...
-¡Como siempre! -se atreve a comentar Rosi.
-¡No! ¡Como siempre, no! Puede haber muchos indicadores muy malos, pero habitualmente encontramos alguno positivo y nosotros podemos... ejem.. revestir un poco los datos y presentarlos de forma que puedan tener alguna lectura positiva. El equipo de prensa ya se ocupa del resto, y la imagen de nuestro gobierno con Frascoy al frente queda bastante presentable. ¡Pero es que esta vez no hay una puñetera buena noticia! Y lo malo no es eso, sino que nosotros no podamos defender nada.
Hay unos instantes de espeso silencio en los que sólo se oye la melodía de fondo.
-Ya sabéis que cuando el señor Frascoy no tiene un discurso al que agarrarse se pone muy nervioso: empieza a equivocarse al hablar, le entran sudores fríos, se le guiñan los ojos y le tiemblan las corvas, y, claro, ya no le cree ni la madre que le parió. Por eso parece ser que los presupuestos del año que viene van a contener medidas no muy agradables.
-No puede ser -interrumpe suavemente Andrés-. Los ciudadanos de este país están hasta el cuello. No aguantarán un sacrificio más...
-No estaba hablando de... los ciudadanos, así, en abstracto, Andrés. Me refiero concretamente a los empleados públicos.
-¡Ay, Dios mío! -dice llevándose las manos a la cara Noelia. Sin darse cuenta, se ha extendido por la mejilla derecha el carmín de los labios.
-¡Otra vez! -Protesta Asun-. Ya nos recortaron el sueldo, nos aumentaron la jornada...
-Pues sí, Asun. Se espera un nuevo.. ajuste en las nóminas, así como un... incremento del tiempo efectivo de trabajo. Acompañado además del establecimiento de... indicadores determinados buscando sancionar las malas prácticas.
-Pues a mí que no me fastidien, que yo ya pronto me voy a jubilar -responde Asun, ahora algo enrojecida- ¡Y ya estoy mayor para que me hagan trabajar más!
-Lo dices como si te hubieras deslomado a trabajar. Asun... que nos conocemos.
-Perdona, Fermín -le dice dulcemente Noelia, copando las miradas de todos los allí presentes, la de Pablo con ímprobos esfuerzos por mirarle a los ojos-. Todavía no se ha decidido, ¿no? Tendrán que acordarlo, seguir los trámites habituales...
-Claro, claro, Noelia. Pero seamos listos: si los indicadores económicos no dan los resultados del país que el gobierno pretende, van a necesitar un golpe de efecto ante la opinión pública. Y todos sabemos que lo de reducir el gasto público siempre es muy socorrido y está muy bien visto por la ciudadanía.
-No por toda -inquirió Rosi-. ¡Afortunadamente!
-Pero sí por la mayoría. Al menos por los que se necesitan en las elecciones para ganarlas otra vez, que es de lo que se trata. No olvidéis que este país sin un gobierno del P.E.P.E. con Marciano Frascoy a la cabeza sería un completo desastre.
"Como si no lo fuese ya", piensa Pablo. Pero se lo calla.
-¿Y qué podemos hacer para evitarlo? -Empezó a hablar Andrés, con la cara desencajada por la impotencia y cuya calva hasta parecía haberse ensombrecido-. Si es que por más vueltas que les damos, los datos son los que son. Llevo toda la mañana redactando el informe y... no hay por dónde cogerlo.
Basilio y Puri se miraban con expresiones de terror. Si el calvo decía que no había forma decente de presentar unos resultados, es que realmente no la había.
En ese momento, suena una melodía de reggeton que emerge desde el bolsillo del pantalón gris de Fermín. Se trata de su smartphone de última generación sufragado con dinero público bajo el concepto de "Costes de protocolo".
-Fermín al habla -pausa-. Buenas tardes, señor presidente. Sí, señor presidente. Claro, señor presidente. Por supuesto. Descuide. Faltaría más. No se preocupe, señor Frascoy, yo se lo transmito a mis empleados. Siempre a su disposición, señor presidente.
Nada más terminar la conversación, el Jefe de Área se guarda el teléfono cuidadosamente en su bolsillo y empieza a hablar hacia su auditorio de forma impersonal y mirando al infinito. Como si aquello no fuese con él.
-Era Marciano Frascoy en persona. La decisión está tomada: ajuste sobre la nómina del veinticinco por ciento...
Un suspiro unánime proferido por varias gargantas se oye en la sala.
-Aumento de la jornada laboral en dos horas diarias más...
Asun se lleva las manos a la cabeza.
-Aumento de la edad de jubilación... -pausa y mirada directamente a Asun- ...hasta los setenta años...
"Si es que lo está gozando, el sinvergüenza" -piensa Basilio, que también soñaba con jubilarse próximamente. Las lágrimas empiezan a brotar de los ojos de Asun.
-Reducción de la representación sindical en los centros...
-¡Queeeeeeeeeeeé! -Profiere Rosi- ¡Pero esto es una agresión en toda regla a los derechos de los trabajadores y las trabajadoras!
-Pero esto se tendrá que publicar, ¿no? -inquiere Noelia-.
-Mañana mismo sale en el Boletín Oficial -sentencia Fermín.
-¡Maldita sea, Fermín! -estalla definitivamente Rosi-. Si se va a publicar mañana, ¿se puede saber para qué diablos te llama Frascoy?
-Pregúntaselo tú, Rosi -contesta el jefe de área, muy tranquilo y con una enigmática sonrisa en sus labios-. Si tienes narices. Tú o tus amiguitos del P.L.I.F.
-No puede ser... otra vez.... ya está bien... siempre lo mismo... esto es el colmo...- Todas esas exclamaciones se escuchan entremezcladas en el despacho de Fermín con la música clásica de fondo, cuando de nuevo el reggeton de melodía de llamada del móvil vuelve a irrumpir, logrando el silencio de los allí presentes.
-Fermín del Castillo al habla... sí, sí... ¿De On Connecting? Claro, claro...Yo siempre he apuntado al sector... sí... eléctricas, por supuesto... ¿Consejo de administración? Naturalmente... Ocho mil al mes, era eso lo que acordamos, ¿verdad? Cuenten conmigo... sí, fatal fatal... esto se va al garete... dos meses... sí... en dos meses me tienen en su consejo de administración... Encantado de poder colaborar con ustedes. Adiós.
Tras finalizar la llamada, Fermin hace una breve pausa y lanza una de sus miradas a la nada, mientras espeta a los trabajadores:
-Ya sabéis. Espabilad. Vienen tiempos duros y esto hay que sacarlo adelante, o será peor aún. Así que ¡a currar!
Continuará...
Te confieso que los funcionarios no son lo mío. Es una especie que me cuesta digerir. No me gusta su actitud frente al trabajo, se contaminan unos a otros y eso les sirve de disculpa. Por supuesto no se puede generalizar, pero yo me permito hacerlo porque de alguna manera tengo que hablar.
ResponderEliminarPor eso disfruto más con otros de tus escritos, estos de funcionarios me parecen grises, tristes, eso sí, sin duda muy reales. Si es eso lo que buscas, mi nota es un 10.
Siempre esperando más...
Sí, Valdemar. Trato de caricaturizar toda esa nebulosa gris que rodea el mundo de la administración entre funcionarios y políticos, al igual que sugerir otras cuestiones. Pero si te gustan los otros escritos, te pido un voto de confianza para la tercera y última parte de esta historia: creo que no te va a decepcionar.
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