sábado, 27 de febrero de 2016

Recórtame otra vez (Parte Segunda)

En general, los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos comprenden lo que ven

Maquiavelo



El despacho de Fermín es espacioso: según entran los empleados públicos ven enfrente su mesa de trabajo de madera oscura, lisa y brillante con una gran silla de oficina negra detrás y el ordenador hacia el lado derecho según se mira, que sería el izquierdo del trabajador que allí se sentase. Todos los trabajadores van girando a la derecha y se van disponiendo alrededor de una gran mesa de reuniones de un tono más claro que la de trabajo, con ocho sillas de plástico azul en las que se van sentando. De fondo se escucha suavemente Las cuatro estaciones, de Antonio Vivaldi. Las pareces de esa zona del despacho están aprovechadas con una sobria estantería de madera negra, atestada de libros de consulta completamente obsoletos, pero que cuando uno mira sus lomos se encuentra con títulos tan respetables como, por ejemplo, "Cifras macroeconómicas del mercado de trabajo español": haría falta abrir el libro para darse cuenta de que el ejemplar es del año 2004. O también "Políticas educativas: un hueco para la esperanza", de un prestigioso pedagogo español al que Fermín no ha leído nunca, pero ahí mantiene su libro con la idea de causar, gracias a tan sugerente título, una grata impresión en las visitas ilustres que reciba. De eso se trata el noventa por ciento de su trabajo: el diez por ciento restante, de irse gestionando los contactos adecuados para asegurarse un confortable porvenir para cuando se retire, como él mismo suele decir, del abnegado oficio de la política.

martes, 2 de febrero de 2016

Recórtame otra vez (Parte Primera)

Gran persona debió de ser el primero que llamó pecado mortal a la pereza; nosotros, que ya en uno de nuestros artículos anteriores estuvimos más serios de lo que nunca nos habíamos propuesto, no entraremos ahora en largas y profundas investigaciones acerca de la historia de este pecado, por más que conozcamos que hay pecados que pican en historia, y que la historia de los pecados sería un tanto cuanto divertida. Convengamos solamente en que esta institución ha cerrado y cerrará las puertas del cielo a más de un cristiano.


Mariano José de Larra: Vuelva usted mañana

6:00 a.m. Ti-ti-ti-ti. Ti-ti-ti-ti. Ti-ti-ti-ti… Suena un monótono despertador y los párpados de Basilio, funcionario adscrito a la Dirección General de Asesoramiento Político, comienzan a despegarse. Tras un estiramiento de miembros superiores e inferiores, unas ligeras convulsiones producto de tales movimientos y una sonora ventosidad que termina por despertar a su sufrida señora, Basilio salta de la cama y se desplaza con muy poco garbo hacia la ducha, ese rito purificador que termina de arrancarle de las miasmas somníferas entre las que su mente divaga cada mañana.