Páginas

domingo, 14 de noviembre de 2021

44ª Media Maratón Moratalaz: los 21k más duros para mí

Tras los momentos más duros de la pandemia, volvieron las carreras populares. Había entrenado mejor que nunca para este evento semana tras semana y todo había salido bien... excepto el último entrenamiento de hacía dos días, que por poco me echa a perder todo el trabajo.

El pasado viernes salí a correr los últimos 10 kilómetros a ritmo suave, con la intención de cerrar ya la preparación para el reto de los 21k. La idea era ir sin complicaciones, relajado y disfrutando. Todo el trabajo duro ya estaba hecho y sólo quedaba mantener un poco la forma para rendir a tope el domingo de hoy. Pero sucedió que al llegar a los 5 kilómetros, en vez de dar la vuelta y volver por el mismo camino, me animé a internarme en un parque de Vicálvaro que ya había transitado alguna vez, eso sí, de día.

Y como ni mi orientación ni mi vista son como para tirar cohetes, me perdí, y salí del parque por zona desconocida, con lo que anduve parando, sacando el móvil, consultando el Google Maps y arrancando de nuevo, maniobra que tuve que repetir una y otra vez, alterando totalmente mi ritmo y mi propósito, nervios aparte.

Cuando conseguí orientarme y saber qué tenía que hacer para regresar, noté una molestia en el cuádriceps de mi pierna izquierda que no presagiaba nada bueno. Con lo que decidí parar y caminar, y solamente trotar cuando pisaba arena, por aquello del impacto y las articulaciones. Así conseguí llegar a casa y mi pulsera de actividad marcaba 13 kilómetros, en vez de 10.

El sábado anduve masajeando la zona afectada, estirando y tratando de descansar, inquieto por si no podría afrontar el reto del domingo. El Entrenador, o sea, mi hijo, me dijo algo así como "si estás con dolor, tenemos un problema". Yo veía que, más que dolor, era como un punto de molestia leve que podría ser llevadera. Pero, claro, no es lo mismo una molestia para 10k que para 21k.

De modo que el Entrenador me aconsejó poner unas tiras de kinesiología, de esas de colorines, que parece increíble que algo así pueda funcionar. Acepté, y nos pusimos manos a la obra el mismo sábado por la noche.

Dificultad añadida, mis piernas velludas. Aquello no se iba a pegar adecuadamente, así que hice otra concesión más. Tuve que depilarme, con lo que mis piernas quedaron a mi vista algo así como un par de plátanos pelados. Pero todo era poco con tal de salvar mi carrera. Las tiras de colorines se pegaron perfectamente en la piel y el Entrenador me las colocó con maestría.

Llegó el domingo. Hacía un día espléndido y yo me encontraba bastante bien, con piernas peladas y todo. Y allá que fui. A reunirme con el Compañero, amigo de barrio desde la adolescencia, con quien había quedado para calentar y salir juntos. Él participaba en la de 10k y el primer recorrido era común a ambas distancias.

Todo fue como una seda durante los primeros seis kilómetros, pero en el siete empecé a notar la maldita molestia. Entonces me dije: es hora de correr con cabeza, mide cada pisada y no arriesgues, aunque te adelanten hasta los caracoles. Y lo cierto es que, caracoles no sé, pero corredores empezaron a adelantarme unos cuantos, y así hasta el final. Pero yo aguantaba bien

Así hasta el kilómetro 13, más o menos, en el que me sucedió algo curioso: la molestia remitió, pero ya por la fatiga natural de la carrera y el desgaste por ir controlando cada zancada y la incertidumbre, me empezaba a doler ya todo lo demás. Aguantar, no quedaba por hacer ninguna otra maldita cosa. Sólo aguantar.

Y así me fui hasta el kilómetro 18, la tirada más larga de mis entrenamientos, a ritmo lento pero, dentro de lo que cabe, seguro. Era el momento de entrar en terreno desconocido: los últimos 3 kilómetros, más la propina de los 97 metros.

Moratalaz es dura. Tiene muchas subidas y bajadas. Y eso castiga mucho.

Pero allí seguí, hasta desconectaba mi mente de lo que estaba sucediendo, con un agotamiento importante ya. Aquí hay que aplaudir a los voluntarios, que desinteresadamente te animan y te empujan con su aliento. Que te dicen: "Vamos, ya sólo quedan 3 kilómetros de nada", "ánimo, que ya es el último repecho y ya es tuyo", "ya lo tienes, campeón". Hoy ha sido un día en el que he agradecido más que nunca su apoyo.

Y por fin llegó la entrada en el Polideportivo. Antes pensaba que cuando llegara a este lugar, aprovecharía para apretar un poco y atravesar la línea de meta con un poco de dignidad, pero hoy no me quedaban fuerzas ya ni para eso. Así que hice la media pista de rigor a puro trote cochinero y, al tomar la última curva, ¡sorpresa! Apareció corriendo a mi lado para entrar conmigo mi hijo, el Entrenador no, el otro. Y aquello me llenó de alegría, y logramos pasar la meta juntos, donde nos esperaba la Jefa, o sea, mi mujer.

Después, un poco lo de siempre. Bueno, lo de siempre, no. Este año no hubo el tradicional caldo de Moratalaz, así que agua, Powerade, Fanta y estiramientos. Lo demás, enorme satisfacción por lo conseguido y rato agradable en familia. Deseando preparar otra Media, pero a poder ser, con menos sobresaltos.



2 comentarios:

  1. Muy bien escrito.
    Lo que más me gusta es ver como intentas controlar la mente y el agotamiento., y me encanta como tu familia comparte contigo tu afición a correr.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, por eso las que más me gustan son las de Media Maratón: porque es fundamental controlar la mente. Ésa de Moratalaz fue tremenda por las molestias de la rodilla, pero se superó

      Eliminar